miércoles, 25 de julio de 2018

La mujer ilustre no tiene quien la entierre

Corría el verano de 1897 y el presidente del Gobierno pasaba sus vacaciones en el balneario de Santa Águeda. Antonio Cánovas del Castillo no imaginaba que su estancia en Mondragón marcaría el punto y final de su vida. El 8 de agosto de aquel año, el anarquista italiano Michele Angiolillo, que se había identificado como corresponsal en Il Popolo, descerrajó tres tiros sobre el político conservador mientras este leía tranquilamente el periódico. Cánovas murió en el acto. Angiolillo lo haría unos días después, ejecutado mediante garrote vil. El in

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