Estar frente al mar ha sido siempre de los mejores momentos que he tenido, sobre todo si es en la Habana. Este domingo iba a encontrarme con una amiga cuando llamó mi atención que algunos turistas se alejaban apresurados del malecón, mientras otros, entusiasmados, iban al encuentro de las olas que cada vez llegaban con más ímpetu. Siempre he cuidado mi cámara –de manera casi neurótica- de los efectos del salitre. Pero esta vez no pude resistirme ante la belleza y furia del agua.
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noticia original (www.havanatimes.org)