Tener en mente una destrucción catastrófica no es algo precisamente relajante. Entonces ¿por qué visitan miles de turistas estos emplazamientos de misiles clausurados? Gris, acolchada, cómoda. El sillón no parece haber sido construido para un puesto de combate en el frente de la guerra nuclear. Yvonne Morris se sentó allí, alerta, durante principios de los 80. Ahora guía a grupos de visitantes por simulaciones de los protocolos que nunca tuvo que llevar a cabo: aut entificar la funesta orden; retirar los códigos de lanzamiento de la caja fuerte.
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noticia original (www.nationalgeographic.es)