La llegada del otoño y la cercanía del invierno nos alejan de la playa y del sol y, por el contrario, nos impulsan a buscar el recogimiento y la tranquilidad que ofrece el turismo rural. Y para eso, España anda sobrada de pueblos que ofrecen una cálida acogida a los visitantes en la época de frío. La calma implícita de estas fechas nos impulsa a disfrutar con más pausa de las joyas arquitectónicas, implicarse en sus tradiciones y, sobre todo, hacer más hueco para la gastronomía local, contundente como suele ser.
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