Animales moribundos, olor a muerte y putrefacción. Podría ser la descripción de una catástrofe posnuclear, y desde luego no es el mejor eslogan para atraer turistas, pero eso es lo que pasó en uno de los enclaves costeros más singulares de España, el Mar Menor, cuyas playas se llenaron en octubre de miles de anguilas, crustáceos y cangrejos moribundos.
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